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Redemption

La Fábula del Polimorfo (Metáforas del blog muerto III)

La Fábula del Polimorfo (Metáforas del blog muerto III) Hace muchos siglos, en un bosque que aún no existe, tres seres confluyeron en una encrucijada y detuvieron sus pasos para recuperarse de las fatigas del camino.
Uno era un hombre enjuto, ajado y andrajoso, que desprendía un hedor tan pestilente que hasta los piojos huían de su enmarañado y duro pelo. Otro era un cerdo hinchado y deforme, más hediondo aún que el hombre; y sus nauseabundas carnes estaban marcadas por infinidad de profundas heridas supurantes. Finalmente había un monstruo alto y delgado, que olía como la misma muerte; no tenía piel, así que sus músculos, venas, huesos y órganos internos se combinaban en una masa informe de destellos rojos, negros y azules.

El hombre se sentó en el tocón de un árbol cortado que coronaba el centro de la encrucijada; el cerdo simplemente se dejó caer en el suelo, copando sus heridas de tierra e insectos y el monstruo salió del camino y se fundió con las sombras del bosque, agazapado.
El hombre encorvó su espalda sobre la corteza del tronco con un gesto de dolor y dirigiéndose al cerdo dijo:
- Disculpa que perturbe tu descanso, amigo cerdo. Permíteme que me presente antes de plantearte una duda que quizás puedas resolver.

- No es necesario que te disculpes, persona. Ni me merezco que te presentes ante mí. No sería digno ni de que me pisaras la cabeza si quisieras, aunque teniendo en cuenta lo que repugno, dudo que nadie pudiera tener ganas de hacerlo.

- Verás, amigo cerdo. Yo antes era un caballero. El más noble de los señores me tomó bajo su protección. Yo llevaba sus espadas, le ayudaba a montar a caballo, cabalgaba a su diestra en el fragor de la batalla, encorsetaba y desceñía su armadura; en ocasiones hasta le preparaba la comida y limpiaba sus establos. Mi vida era dichosa al lado de mi señor; era generoso y amable conmigo y perdonaba mis errores con una sonrisa. Pero llegó un día en que mi señor decidió prescindir de mis servicios. "Eres el más hábil y fuerte de cuantos caballeros hayan hollado este reino", me dijo mayestático; "el pueblo te quiere y admira, y no existe mujer que resistirse pueda a tus virtudes y encantos. Pero ya no te quiero a mi lado. Te libero de tu vasallaje. Ve en paz y encuentra tu destino". Pero, ¿de qué me sirve ser el mejor caballero si no he conseguido complacer a mi señor? ¿Qué destino puedo buscar si al lado de mi señor ya lo había encontrado?

- Triste fortuna, caballero. - murmuró el cerdo.- Triste fortuna.

- Le pregunté a mi señor en qué le había fallado para expulsarme de su corte, si mis habilidades en combate habían decrecido, si mi fidelidad y devoción hacia él no le parecían suficientes; y él me contestó con estas palabras: "Nada de lo que dices es la causa. Como una hoja traída por el viento llegaste y como una anécdota te vas. La vida te condujo hasta mí y yo hago uso de lo que la vida me trae, hasta que acaba". No puedes ni imaginar, amigo cerdo, el dolor de mil puñales ardientes que me atravesaron el alma al oír de labios de la persona a quien había jurado servir hasta mi último hálito de vida... que yo era una situación pasajera y no una persona, que yo era una circunstancia a utilizar y no un ser humano.

- Es terrible eso que te han hecho, - siseó el monstruo tras los arbustos.

- Este es el tercer día desde que salí de tierras de mi señor, allá, bajando el camino del sur, donde los campos eran dorados y el sol iluminaba el lomo de las bestias... y mírame cómo he quedado, apenas una sombra llorona e implorante. Por eso, mi buen cerdo, si pudieras ayudarme y decirme a dónde conduce esta encrucijada te lo agradecería eternamente.

- Persona, me hallo en tu misma situación. Al igual que tú yo tenía un granjero al que querer. La primera vez que me vio me acarició las orejas y me dijo con tristeza que yo era un cerdo muy hermoso, robusto e inteligente; y que nunca jamás había tenido un cerdo al cual no matara enseguida para aprovechar su carne; así, aunque desconfiara de él, le quería por los halagos, las caricias y el tiempo que estaba sentado haciéndome compañía. Pero vi que con el paso de los meses me tomaba cariño y yo dejé mis miedos, y engordé comiendo de su mano y me dormía junto al mismo cuchillo con el que había matado a otras bestias de la granja cuando él me rascaba la barbilla. Pero un día, al igual que a ti, me abandonó. Una mañana desperté lejos de mi camastro de heno, golpeado y empujado por los otros cerdos de mi amo. De la noche a la mañana había dejado de ser especial para él y me había colocado con el resto de los míos. Sentí tu mismo dolor al ser desechado, al saber que sólo eres uno más de la piara... y deseé devolverle todo el cariño que había acumulado por él reconvertido en un torrente de ira: me escapaba de la porqueriza, mordía su mano cuando se acercaba a ver cómo me encontraba, rompía las verjas de la granja y me comía a otros animales provocando así su ruina.

- ¿Por eso intentó matarte? ¿A eso se deben las heridas que desdibujan tu cuerpo?- preguntó el caballero visiblemente impactado ante tal visión de agonía.

- No, caballero, no intentó matarme. Me dejó ir diciendo: "Aunque hubiera dejado de quererte no te maté. Te puse junto a los demás cerdos para que pudieras rehacer tu vida con los tuyos, pero no la quisiste. Y ahora mira la granja; lo has destrozado todo, me has arruinado. Vete". Aún a pesar de todo el daño que le había ocasionado seguía perdonando mi vida y yo, antes de emprender la huida hacia la espesura, di un último golpe de rabia con todas mis fuerzas y arranqué de un mordisco la mano con la que me alimentaba y acariciaba y la escupí al suelo maldiciéndola.

- Es terrible eso que hiciste.- jadeó el monstruo reptando entre unas zarzas.

- Este es el segundo día desde que salí de la granja de mi amo, allá, subiendo el camino del norte, donde la lluvia formaba bellas hondas en los ríos y la tierra estaba impregnada por el frescor de la hierba... y mírame como he quedado, apenas un engendro que se muerde a sí mismo y se lanza contra las rocas. Por eso mi buen caballero, yo tampoco puedo ayudarte pues no sé a dónde puede conducir esta encrucijada.

Entonces el hombre se levantó lenta y quejumbrosamente y el cerdo se incorporó sobre sus sangrantes patas delanteras y llamaron al monstruo para que saliera de la espesura. El ente descarnado apareció tras una roca arrastrándose sobre su tripa y clavando su mirada en la angustiada pareja preguntó:
- ¿Qué queréis de mí?

- ¿Puedes decirnos a dónde conduce el tercer camino de la encrucijada?- inquirió el hombre, pues el cerdo apenas podía articular palabra del dolor.

- No puedo, persona y cerdo, pues este es el primer día desde que salí del final de ese camino y no viene de ningún punto cardinal. Ese camino no viene de ninguna parte y su meta es esta.

- ¿Qué meta es esa que dices?

- Este es el lugar donde el caballero mata al monstruo, el cerdo se sacia con su cadáver y el hombre festeja su triunfo engullendo al cerdo cebado. Este es el lugar donde se vencen las pesadillas.

El hombre echó mano a su cintura instintivamente buscando una espada que ya no existía. Todas sus armas y defensas las había dejado en casa de su señor y ya no tenía con qué enfrentarse al monstruo; y viendo de frente su futuro se sumió en la desesperación. El cerdo comenzó a gruñir, pero la posibilidad de que la muerte que el monstruo le auguraba pudiera aliviar su tormento, no consideró que con un sumo dolor final pudiera expiar el remordimiento del daño que había provocado a su amo; y viendo que su fin estaba cerca se abandonó a la tristeza.

- ¡Ja, ja, ja! – se carcajeaba el monstruo,- Persona, no cedas a la angustia; ni con tu armadura, caballo y armas podrías vencerme. Porque... ¿cómo ibas a levantar tu acero si el daño que tu señor te ha causado ha fundido tus fuerzas?. Cerdo, no te apenes; ni aunque tu instinto de supervivencia renaciera podrías salvarte. Porque... ¿cómo ibas a embestirme si el daño que has causado no deja de atormentarte?

- Acaba con nosotros si quieres, pero deja de torturarnos.

- Persona, ¿de qué serviría que tu señor volviera a llamarte a su lado si ni tú mismo te quieres? Pero no importa, porque ni aun queriéndote a tí mismo volverá a acogerte en su seno. Cerdo, ¿de qué serviría que tu amo te perdonase y te admitiera en su granja si ni tú mismo eres capaz de perdonarte? Pero de nuevo eso es algo que no sucederá, así que no importa.

- Mátanos.- logró exhalar el cerdo.

- Hoy es el día en que la pesadilla derrota al durmiente. Sabed que antes de ser monstruo fui cerdo, y antes de ser cerdo fui persona. Mirad en lo que me he convertido. Miradme. Persona, mira cómo tu señor me ha dejado sin piel. Cerdo, mira en mis entrañas como se retuerce la mano que arrancaste a tu amo. Soy el daño que habéis recibido y el daño que habéis causado. Cerdo y persona, soy el fruto de vuestra aberrante fornicación.

Y diciendo esto, el monstruo se lanzó sobre el cerdo tragándolo de un solo y monumental bocado. El caballero echó a correr por donde había venido, pero delante de él solo veía un camino de calaveras y navajas rodeado de un frío desierto. A pesar de todo siguió corriendo, destrozando sus pies, tambaleándose y cayendo una y otra vez al suelo.

- Abandona, únete a mí y olvida el sueño de que alguna vez pudiste ser humano. – aullaba la voz del monstruo a su espalda;- El cerdo ya forma parte de mí, su arrepentimiento eterno no tiene penitencia, sus remordimientos fluirán en mis venas para siempre. Abandona y haz mío tu dolor. Juntos haremos que el mundo gire. Esta vez seremos nosotros los señores que expulsan a sus vasallos; esta vez el mundo llorará al escupir nuestra mano arrancada. A fin de cuentas lo único que cambiará es el orden en el que suceden las cosas. Dejemos de ser víctimas vengadoras y seamos verdugos asesinados. Ya falta poco; te están saliendo pezuñas, gateas a cuatro patas y las ventanillas de tu nariz forman ya un hocico. Ya casi eres el cerdo; recuerda el día de tu partida y verás que tú también le arrancaste la mano a tu señor.

- Nunca, - replicaba el hombre haciendo rechinar sus dientes y haciendo volar con su aliento el sudor que goteaba de su creciente hocico. – No debo dejarme vencer, pero no puedo más; me estoy quedando sin voluntad ni fuerzas.

- Tan sólo durará un momento, y al final serás... yo.

- Ya noto su aliento en mi nuca.

PANEGÍRICO: Esta es la última parte de la serie de metáforas. Espero algún día escribir un epílogo o moraleja a la fábula y que el hombre-cerdo se salve; de no ser así, no hace falta que lo escriba para saber cuál es el final, que tiene pinta de ser bastante inevitable y próximo.

Metáfora 1 (El acto de destrucción)= Demasiado redundante, demasiado explícito, demasiado espiritual. Un texto poco trabajado que podía haber quedado peor teniendo en cuanta que la base argumental de dioses y creyentes es muy mala.
Metáfora 2 (La reflexión tardía) = Corto, claro, conciso y repetitivo en estructura, que es lo que yo buscaba. Lo más onírico, poético y personal que he escrito. Estoy satisfecho con el resultado teniendo en cuenta que es la primera vez que intento parir algo así.
Metáfora 3 (La solución final) = No sé si a ojos de otros parecerá una puñetera mierda, pero creo sinceramente que es lo mejor que he escrito en mi vida a todos los niveles. Lo cual tampoco es ningún alivio.

Escribiré otras cosas, pero me he quedado seco con las dos últimas. Necesito salir del camino de calaveras y navajas y descansar mis pezuñas unas horas, y si el monstruo me alcanza, que así sea.

4 comentarios

Eme -

Pues yo no lo leo. Demasiada letra junta. Prefiero dedicar mi tiempo a abducir mujeres

Ea, hasta más ver

El hombre-cerdo -

Gracias. Escribiré cuentos e historietas más cortos y ligeros (y más universales), que ahora estoy algo muerto.

Gerard -

Ah, si, se me olvidaba. Las mejores la 2 y la 3. En estructura y ritmo me quedo con la 2, globalmente con la 3.

Gerard -

No comento pero te leo. Sinceramente, casi me da respeto poner cualquier cosa, me tienes impresionado con los textos que vas colgando. Quiero más :)